Bangladesh: cuando la codicia de las marcas textiles mata
La tristeza y la rabia se mezclan a partes iguales en la tragedia que sacudió el pasado 24 de abril a Bangladesh. Rana Plaza, un edificio que albergaba varios locales comerciales y fábricas textiles, se incendió y derrumbó causando la muerte a 1.027 personas y a 2.500 heridas. A día de hoy un centenar de personas continúa todavía en paradero desconocido. El accidente, ocurrido a las afueras de Dacca, la capital de Bangladesh, es la mayor catástrofe de la industria textil. Pero no es ni mucho menos el primero ocurrido en el país asiático.
En noviembre del año pasado Tazreen, otra fábrica textil de Bangladesh, era pasto de las llamas y causaba la muerte a 112 personas. La mayoría de las víctimas eran mujeres. El edificio en el que se produjo el siniestro no contaba con suficientes salidas de emergencia, las ventanas estaban enrejadas y las puertas cerradas con llave, por lo fue imposible contener las llamas en el momento en que éstas se declararon.
Rana Plaza, el escenario de la última tragedia ocurrida en Bangladesh, albergaba cinco fábricas textiles en las que, según las autoridades locales, trabajaban 3.122 personas, todas mujeres. Y quizás fueran más porque muchas empleadas ni siquiera estaban registradas como tales. Aunque antes de su derrumbe múltiples grietas salpicaban las fachadas del edificio, los propietarios de las fábricas textiles allí afincadas obligaban a las trabajadoras a acudir allí cada día con la amenaza de retirarles sus ya de por sí exiguos salarios.
Es en realidad una forma moderna de explotación. Y lo cierto es que ni siquiera las trabajadoras que han logrado salvar la vida tiene un futuro demasiado alentador. Desde que su lugar de trabajo se vino abajo han perdido su empleo y vagan por las calles reclamando la detención y la condena de sus “explotadores”. Por lo pronto, Soheil Rana, el propietario de Rana Plaza, ha huido ya a la vecina India. Otros dos propietarios se han dado también a la fuga y por el momento sólo han sido detenidas cuatro personas, dos ingenieros y dos propietarios de fábricas. También los propietarios de la fábrica de Tazreen incendiada el pasado mes de noviembre continúan en paradero desconocido.
En abril de 2005 se derrumbaba otro edificio en Bangladesh, no muy lejos además de donde hoy se encuentra el Rana Plaza. Entonces murieron 64 personas y otras 80 sufrieron heridas. Allí tenían sus fábricas grandes marcas textiles como Zara y New Yorker. Unas marcas que han regateado hasta el último momento para indemnizar a las víctimas de aquella tragedia ocho años después.
Bangladesh cuenta con alrededor de 5.000 fábricas textiles en las que trabajan 3,6 millones de personas (el 87% son mujeres) y en las que las medidas de seguridad brillan por su ausencia. Alrededor del 78% de los ingresos generados por exportaciones en Bangladesh proviene del sector textil y muchos de los miembros del Parlamento del país asiático con propietarios de fábricas, por lo que la ausencia de controles y la corrupción están a la orden del día en la industria textil. Una industria que antepone su propia codicia a la muerte.
Marcas como Primark, Mango y El Corte Inglés han confirmado ya que parte de sus prendas eran fabricadas en Rana Plaza. Otras como Benetton y KiK han desmentido estar vinculadas a esta tragedia, aunque lo cierto es que se han encontrado prendas con sus respectivas firmas en las ruinas del edificio, informa Die Zeit.
¿Quién tiene la culpa de tragedias como las ocurridas en Rana Plaza? ¿Las fábricas? ¿Las grandes marcas textiles que contratan los servicios de esas fábricas? ¿El consumidor? Muchos argumentan que el consumidor tiene también su parte de culpa en catástrofes como las que han asolado Bangladesh en los últimos años. Al final al cabo, el consumidor demanda a las marcas ropa barata y para fabricar ropa barata, hay que irse a lejos, a países como Bangladesh. Pero, ¿hasta qué punto tiene validez este argumento? El salario de una trabajadora de una fábrica textil en Bangladesh no representa ni el 3% de lo que cuestan después las prendas que ésta cose en las tiendas. En este sentido, un aumento en su salario no se traduciría tampoco en una subida exagerada del precio final de la prenda.
De hecho, y tras la tragedia de Rana Plaza, Bangladesh se ha apresurado ya a crear una comisión para aumentar el salario mínimo de los trabajadores del sector textil, según ha anunciado el ministro del ramo, Abdul Latif Siddique.
«Hemos creado un comité de expertos para estudiar el tema de un salario mínimo para el sector textil. Lo hicimos tras la petición de los trabajadores de aumentar sus salarios», dijo el ministro.
Un trabajador del sector de la confección en Bangladesh gana menos de 40 dólares al mes, condiciones que el Papa Francisco ha llegado a comparar con el «trabajo esclavo».
No obstante, y al margen de la eventual subida de salarios en el sector textil en Bangladesh, el consumidor no debe mirar hacia otro lado y ser más consciente a la hora de comprar lo que compra. Prestar más atención puede salvar vidas.