El COVID-19 ha dado por fin sentido al propósito
Por qué el coronavirus es para las marcas un máster acelerado en propósito
Las discusiones en torno al tan cacareado propósito han sido más estériles que otra cosa en los últimos tiempos. Pero con la irrupción del coronavirus en nuestras vidas tales discusiones toman por fin un cariz constructivo

Autor de la imagen: Jahzeel Anaya
El coronavirus constituye un auténtico «shock» para el sistema, cuyos cimientos tiritan por el impacto. Del vientre de la pandemia emerge además una nueva conciencia. Es nuestra responsabilidad pensar de manera crítica sobre las consecuencias del COVID-19 y actuar en consecuencia. Porque el virus tendrá un impacto en todo lo que conocemos. Y depende en buena parte de nosotros que el impacto sea destructivo o constructivo.
En los últimos meses se han gastado litros y litros de saliva hablando sobre el propósito en el universo del marketing y la publicidad. ¿El problema? Que aunque ambiciosas, las eternas discusiones en torno al tan cacareado propósito han sido más estériles que otra cosa. Pero con la irrupción del coronavirus en nuestras vidas tales discusiones toman por fin un cariz constructivo, asegura Joko Weykopf en un artícuolo para W&V.
Ahora queda más claro que nunca qué es el propósito y cómo pueden hacerlo suyo las marcas (sin pecar de fariseas). Ante la carestía de geles desinfectantes para las manos la marca de licor Jägermeister ha decidido donar, por ejemplo, 50.000 litros de alcohol para su fabricación. Y la firma italiana de lujo Prada están utilizando sus factorías para confeccionar batas para médicos y mascarillas.
En las redes sociales mucha gente está empezando a establecer paralelismos entre las crisis climática y la crisis emanada del coronavirus. Y aunque las comparaciones entre ambas son hasta cierto punto odiosas y quizás no del todo pertinentes, lo cierto es que una y otra crisis y las reacciones a ellas solapadas constituyen nutritivo alimento para el pensamiento. ¿Por qué? Porque todo hace pensar que la mayor parte del género humano está más preocupado por su propia supervivencia (a nivel individual) que por la supervivencia de la humanidad en su conjunto. Y eso tiene que cambiar (con la ayuda de las marcas, que pueden poner su granito de arena).
El COVID-19, el atajo para encontrar (por fin) verdadero sentido al propósito
Ante la amenaza que se cierne sobre la humanidad y su entorno, las empresas deben actuar y hacerlo de manera tan urgente como responsable, propiciando cambios en el comportamiento de la gente y abogando por el desarrollo sostenible, tanto en el plano económico y social como ecológico.
Y no solo eso. Las marcas deben apelar a sus clientes a hacer lo mismo y convertirlos en sus aliados. No hay mejor momento que este para hacerlo. Al fin y al cabo, la gente aprende rápido, muy rápido, cuando es su propia existencia la que está en juego, como lo está ahora por la crisis del COVID-19.
El cambio climático amenaza también la existencia de la humanidad, pero a diferencia del coronavirus, dueño de una vertiginosa y dañina velocidad, lo hace de alguna manera en «slow motion».
Ante un escenario como el que ha terminado germinando del coronavirus las marcas deben enarbolar la bandera de la transparencia y presentar a sus clientes de una manera absolutamente prístina las consecuencias que sus actos tienen en el mundo. Por tanto la solución para el coronavirus como la solución para el cambio climático son extraordinariamente deudoras de nuestros comportamientos a nivel individual (quedarnos en casa y tener hábitos más sostenibles).
Durante décadas las empresas han llenado sus arcas con copiosos beneficios explotando tanto a las personas como a su entorno vital. Ahora es el momento de que las marcas saquen a relucir la solidaridad y comiencen por fin a pensar en el bien común (sin el cual están abocadas, al fin y al cabo a quedarse en el chasis).
Tanto las empresas como los políticos deben asegurarse de que la solidaridad y el bien común están firmemente imbricados en la economía.
Quizás haya tenido que llegar el COVID-19 e infectar a unos cuantos «jefazos» en los consejos de administración de las grandes empresas para que éstas se den cuenta por fin del verdadero significado del propósito, que toma de verdad forma en los hechos, no en las palabras huecas y preñadas de «autobombo», concluye Weykopf.