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Marketeros, es hora de quitarse la venda de los ojos: el problema no son los ad blockers

Redacción

Escrito por Redacción

ojos_vendados 300Si ha estado al tanto de los últimos acontecimientos del mundo de la publicidad y el marketing ya sabrá que el mundo marketeros se encuentra ante una de las peores crisis de su modelo de negocio que afecta también (más, si cabe) a los editores para los que la publicidad es también su principal fuente de ingresos.

Nos encontramos así ante varios frentes. Por un lado, los marketeros reclaman su libertad de expresión, eso sí, en forma de molestos y disruptivos anuncios, banners y promociones. Por otro, las publicaciones que se encuentran entre la espada y la pared sopesando soluciones que, o bien les permitan seguir financiándose de la publicidad sin perder usuarios, o bien elimine la publicidad pero incrementando, a cambio, el número de suscripciones.

Sin embargo, ninguna de estas acciones llevadas a cabo por numerosos medios de todo el mundo han dado frutos y aun se sigue preguntando por qué. Y lo cierto es que la respuesta es más sencilla de lo que parece, simplemente no están mirando al problema real y, por el contrario, se ponen las orejeras de burro y continúan centrándose solamente en lo que tienen delante.

Se están olvidando del factor más importante para el negocio, el que determina el éxito o fracaso de un medio y el que premia las acciones correctas y castiga las decisiones egoístas: el usuario.

Todo el mundo parece preocuparse por defender los derechos de la industria publicitaria y editorial a mostrar anuncios sin censura, en aras de su libertad de expresión, derecho fundamental.

Sin embargo, nadie se preocupa por el derecho del usuario a no ser interrumpido contantemente por promociones varias que poco o nada le interesan y empeorando así, su experiencia de navegación. Y la situación es todavía peor si nos referimos al público más joven y por lo tanto, más intransigente.

Y para muestra, un botón. Un reciente estudio llevado a cabo por la compañía Teads muestra que 3 de cada 4 usuarios que utilizan ad blockers lo hacen por la intrusividad de los anuncios más que por otros motivos como el uso indebido de los datos o la menor velocidad de descarga durante la navegación.

Otro dato relevante es que la mayoría de los usuarios de bloqueadores se han decidido a instalarlo en sus dispositivos por recomendación de otros usuarios y no influenciados por las estrategias de las compañías de ad blocking.

Pero en vez de atajar el problema real, que parece asustar a los profesionales del sector, éstos prefieren hacer oídos sordos a las reclamaciones que hacen los usuarios por activa y por pasiva y echar toda la culpa de esta crisis a los ad blockers tachándolos de «mafia» o de «chantaje».

Paul Silverman, executive director de Team One, asegura que la mejor manera para influir verdaderamente en la audiencia es «dejar de quejarse sobre los ad blockers y ser más inteligentes y sobre todo, creativos».

Y es que, si realmente se quiere captar la atención de la audiencia, es hora de ponerse a trabajar en la mejora de la publicidad nativa. Y no se trata de contenido editorial ni de publicidad disfrazada de contenido, sino de añadir un valor real al contenido que beneficiará tanto a la marca como a la publicación y, por supuesto, al usuario.

Netflix y su promoción de la serie «Narcos» en el Wall Street Journal, es un ejemplo de una estrategia perfectamente útil, entretenida y exitosa. Basta con ver sus resultados y es que, cuando algo es relevante, inteligente e interesante, la audiencia lo compra.

Y no se trata de contar con enormes presupuestos pues, crear contenidos que generen engagement, es hoy más fácil que nunca. Las tecnologías abren un mundo de posibilidades a la creatividad de los marketeros pero eso sí, deben saber aprovecharlas.

Solo aquellos que entiendan que está en su mano cambiar las cosas, lo harán. Los usuarios piden a gritos un contenido que genere engagement y les proporcione una experiencia inmersiva de calidad, otra cosa bien distinta es que los marketeros quieran ofrecérsela. Y es que, es mucho más fácil excusarse que enfrentarse a lo desconocido pero ya se sabe, quien no arriesga no gana y es hora de arriesgar.

 

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