Las revoluciones las hace el pueblo, no la tecnología
El pueblo egipcio ha recordado al mundo cómo se hacen las revoluciones y, aunque todavía queda mucho trabajo por hacer y queda aún lo más difícil, constituir un gobierno por y para el pueblo, las acciones que se han llevado a cabo en El Cairo bien merecen una reflexión por parte de todos.
Muchos han aprovechado estas revueltas para afirmar que las redes sociales que utilizaron algunos de los participantes en las protestas e internet tuvieron un papel muy importante en esta revolución. Y, aunque en cierto modo es innegable que tuvieron un papel en el proceso, como afirma Devin Coldewey en TechCrunch, “la mentalidad del mundo online crea el riesgo de sobreestimar la importancia y, elevar algo útil o incluso poderoso, a la categoría de esencial”.
Es cierto que los egipcios aprovecharon los medios que tenían a su disposición, pero exactamente de la misma forma en que lo hicieron los participantes de otras muchas revoluciones anteriores. Y aunque Twitter y Facebook han demostrado ser unas herramientas muy útiles, no son herramientas de revolución. Lo es la gente, difundiendo su mensaje a través de cualquier medio y, lo que hay que tener en cuenta de esta revolución, no son las cualidades que la diferencian de otras anteriores, sino aquellas que coinciden en todas.
Malcom Gladwell, quien sugirió hace tiempo que la web social sólo crea conexiones débiles y requiere una participación mínima, publicó en un reciente post en el que desafiaba a las masas que se regodean y concluyó afirmando que “la gente con motivos para quejarse siempre encontrará la manera de comunicarse con los demás. Cómo eligen hacerlo es menos interesante que por qué se vieron conducidos a hacerlo”.
Aunque tampoco se puede desacreditar la rapidez y la resistencia que la comunicación en internet ha demostrado. La nueva generación está dando nuevos usos a internet, situándolo en un punto muy interesante en cuanto a la forma en que la gente comparte información en la red. Pero, lo que está claro es que no hay que darle a las cosas un poder que no tienen, “poder que está en la gente que las utiliza”, recuerda Coldewey, que añade: “La revolución ha estado gestándose durante décadas, y estos mismos protestantes ya han estado en las calles incontables veces, después de organizarse por teléfono, por boca a boca, o simplemente como una reacción que han compartido ante una nueva situación”.
En 2011 el pueblo egipcio ha decidido no estar dispuesto a soportar más esta situación y el movimiento, con años de lucha a su espalda, dio lugar a una revolución. Si la gente utilizó internet para comunicarse y organizarse es por una razón muy simple: es la herramienta de comunicación que se utiliza ahora. Si esta revolución hubiera tenido lugar hace cinco años, el teléfono móvil sería el protagonista de esta situación; y dentro de cinco años, ¿cuál será la herramienta responsable de acabar con otra dictadura?
Coldewey nos recuerda que “el modo en que la gente habla no es tan importante como el hecho de que puedan hablar o de que lo hagan”. En Egipto no triunfó la tecnología, sino el nuevo punto de vista que ha logrado incorporar la tecnología, de forma natural, en sus métodos. Tampoco cabe olvidar el papel de los medios tradicionales como Al Jazeera, la tecnología no tan novedosa como móviles y cámaras digitales y, sobretodo, la dedicación de los jóvenes y mayores que llevan años protestando.