Agencias de marketinginfeliz
6 razones por las que el virus de la infelicidad campa a sus anchas en las agencias de publicidad
Desde fuera, y con sus refulgentes luces de neón cegándonos los ojos, las agencias de publicidad parecen el colmo del glamour. Sin embargo, ¿equivale ese supuesto glamour a felicidad? No necesariamente. La de publicitario no ha sido nunca la profesión más feliz -¿acaso son felices los atribulados protagonistas de Mad Med?-, pero en los últimos años el virus de la infelicidad parece haberse vuelto mucho más ponzoñoso que nunca en el universo de las agencias de publicidad.
¿A qué se debe realmente la creciente virulencia de la infelicidad en las agencias de publicidad? ¿Quiénes son los culpables de que la infelicidad se haya convertido en la norma en las agencias? Digiday propone a continuación algunas respuestas para contestar a estas preguntas:
1. Los millennials
A diferencia de generaciones anteriores, los millennials son personas con egos muy marcados que le hincan el diente al universo de las agencias cargados con una “mochila” llena hasta los topes de ambiciones que muchas veces se ven frustradas. Muchos millennials comienzan a trabajar en una agencia de publicidad creyendo que van a poder dar alas sin cortapisas a su yo creativo y que van a divertirse en todo momento. De ahí su enorme frustración cuando se topan con una realidad que dista mucho del idílico paisaje laboral que pintan en su cabeza.
2. Los malos salarios
Los publicitarios trabajan jornadas maratonianas que están bastante por encima de la jornada estándar de 40 horas semanales. Muchos de estos profesionales viven por y para la publicidad y, sin embargo, sobre todo en los estamentos más bajos, reciben a cambio sueldos totalmente irrisorios.
3. Los clientes
Los clientes han sido, son y serán siendo fuente de quebraderos de cabeza para los publicitarios. Aunque hay excepciones a la norma, la mayor parte de los clientes son cobardes, conservadores hasta la médula y 100% alérgicos al riesgo. Los clientes interpretan casi siempre el papel de “villano” que asesina sin piedad las ideas de los publicitarios.
4. Las jornadas laborales interminables
Compaginar vida laboral y vida profesional es para los publicitarios una auténtica pesadilla que mata la alegría hasta de los profesionales más risueños. En un plazo de tres o cuatro años, y siendo conscientes de que no tienen tiempo para nada excepto para la absorbente profesión que han tenido la mala suerte de elegir, la infelicidad se apodera sí o no de los publicitarios.
5. Las agencias grandes
El virus de infelicidad es particularmente feroz con los publicitarios que trabajan para agencias grandes. En las agencias grandes estos profesionales trabajan habitualmente para grandes marcas, que son las que más trabas suelen poner a su creatividad.
6. Los “quejicas” (que no son otros que los publicitarios)
La publicidad es una profesión en la que los cambios se suceden a la velocidad del rayo, unos cambios que, justificadamente o no, hacen que los publicitarios siempre tengan alguna queja en la boca. Muchos publicitarios no son sólo infelices por los problemas asociados a su trabajo sino también por la perspectiva de quedarse en un futuro no demasiado lejano sin ese empleo que les hace tan desdichados.