
Marketing¿El sexo vende? No necesariamente
El sexo vende, pero no de manera tan burda como antaño
Por qué el viejo mantra de que "el sexo vende" ya no es la Viagra del marketing
Durante muchos años el marketing ha vivido aferrado a la idea (quizás metamorfoseada en superstición pura y dura) de que el sexo vende. Y sigue haciéndolo, pero siempre y cuando no traspase la línea del sexismo.
Durante muchos años el marketing ha vivido aferrado a la idea (quizás metamorfoseada en superstición pura y dura) de que el sexo vende. Allá por los años 80 no era raro que desfilaran por la pantalla mujeres semidesnudas para vender productos aparentemente inocentes como geles de baño.
Que el sexo haya desempeñado históricamente un rol tan relevante en el marketing y la publicidad tiene probablemente que ver con una verdad indiscutible: que la sexualidad es una necesidad básica en la célebre jerarquía de necesidades de Maslow y como tal goza de muchísimo protagonismo en las vidas de las personas y es en este sentido garante de atención para los anunciantes que tienen a bien cobijarse bajo su sombra.
Para aquellos anunciantes con presupuestos más bien parcos el viejo mantra marketero de que el sexo vende garantiza a bote pronto la atención que de otro modo no conseguirían.
Pero el dúo aparentemente infalible que forman el sexo y el marketing no siempre hace magia. Hay quienes argumentan que añadir una pátina sexual (quizás innecesaria) a la publicidad acaba diluyendo en último término el mensaje del anunciante, advierte Santiago Campillo-Lundbeck en un artículo para Horizont.
El paso del tiempo ha acabado restando fuerza al antediluviano mantra (a menudo llevado al extremo) de que el sexo vende
Sin embargo, lo que de verdad está dejando huérfano de magia a tan fenomenal dueto es el paso del tiempo, que ha terminado trocando lo que otrora era quizás meramente sexy en flagrantemente sexista.
Y que es cuando entra en escena el viejo lema marketero de que el sexo vende, es muchas veces para reducir a meros trozos de carne a mujeres, que viéndose tan injustamente retratadas en la publicidad, acaban rehuyendo lógicamente de aquellos anunciantes que las muestran de semejante guisa en sus anuncios.
¿Quiere esto decir que el sexo y el erotismo no tienen ya lugar en la publicidad en los tiempos que corren? Claro que siguen teniendo espacio en la publicidad. La sensualidad puede abrirse paso en la publicidad para hincar el diente casi a cualquier tema, pero no debemos perder de vista que, gracias a la ubicuidad de la red de redes, los desnudos no son automáticamente sinónimo de atención (por no hablar de los riesgos que puede haber solapados para el anunciante en tales desnudos).
El tan en boga marketing con el foco puesto en el propósito implica también que las marcas renuncien a sus propios prejuicios, clichés y actitudes potencialmente «demodé». Y si las marcas se empeñan en seguir bajándose los pantalones delante del público, corren el peligro de convertirse sistemáticamente en objeto de mofa, concluye Campillo-Lundbeck.