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Batallando contra la fatiga de Zoom

¿Hasta el gorro de las videollamadas? 6 consejos para combatir la fatiga de Zoom

Esther Lastra

Escrito por Esther Lastra

Las omnipresentes videollamadas, esas que ocupan buena parte de nuestra jornada laboral en los tiempos que corren, consumen nuestra energía y dan lugar a la denominada "fatiga de Zoom".

fatiga de zoom

Autora de la imagen: Wendy Duong

Si cuando concluye su jornada laboral (forzosamente en casa) se siente aún más extenuado que cuando acudía todos los días a la oficina, podrían estar siendo víctima de un síndrome de nueva hornada: la denominada «fatiga de Zoom».

Las omnipresentes videollamadas, esas que ocupan buena parte de nuestro día a día laboral en los tiempos que corren, consumen nuestra energía (y la dejan hecha un erial).

Pero, ¿por qué son tan agotadoras las videollamadas? Lo son en buena medida porque nos obligan a escuchar con mayor atención las conversaciones en las que nos vemos involucrados con el último objetivo de absorber información. No tenemos, al fin y al cabo, a ningún colega a nuestra vera que nos susurre al oído la información que no hemos captado momentáneamente por haber caído en las garras de las distracciones (que no son pocas precisamente en casa).

De las videollamadas nos agobia además sobremanera el hecho de tener que estar mirando de manera constante a la cámara para dar cuenta de que estamos efectivamente atentos a la conversación. En la vida real, y sin Zoom de por medio, la mirada fija en el interlocutor no solo no es necesaria sino que resulta sumamente incómoda (de ahí que nuestro cerebro acabe derrengado tras enfrentarse a una videollamada).

La fatiga de Zoom es muy real y no es para tomársela a risa, pero echando mano de unas cuantos consejos podemos vencerla (o al menos restarle fuerza). Harvard Business Review disecciona a continuación algunos de esos consejos:

1. Evitar el multitasking

El multitasking es terriblemente tentador, pero lo cierto es que hacer varias cosas a la vez se traduce en una notable merma de nuestro rendimiento

Al tener que activar y desactivar una y otra vez diferentes partes de nuestro cerebro para acometer distintas tareas se nos va por el desagüe hasta el 40% de nuestra productividad.

Según un estudio de la Universidad de Stanford, las personas que practican el multitasking no pueden recordar las cosas tan bien como quienes se involucran en una única tarea cada vez.

En este sentido, cuando nos enfrentemos a una videollamada, deberíamos evitar hincar el diente a más tareas de manera simultánea (contestando emails o mirando las notificaciones del móvil, por ejemplo).

2. Hacer pausas

En videollamadas muy largas conviene hacer breves pausas minimizando la pantalla o colocándola detrás de otras aplicaciones ya abiertas. Tales pausas se dilatarán apenas unos segundos, pero se traducirán en no pocos beneficios para nuestros niveles de estrés.

Y nuestros colegas comprenderán perfectamente que llevemos a cabo tales pausas. Al fin y al cabo, es perfectamente posible seguir escuchando sin estar mirando constantemente la pantalla.

No se trata de aprovechar la pausa para acometer otras tareas sino simplemente de procurar algo de descanso a los ojos.

Conviene, por otra parte, que las videollamadas tengan una duración de entre 25 y 50 minutos para no extenuar en exceso a los participantes. Y si las videollamadas van a prorrogarse necesariamente durante más de una hora, hay que alentar a los participantes a desconectar la cámara momentáneamente para hacer pausas.

3. Reducir los estímulos en pantalla

Diferentes investigaciones demuestran que cuando nos zambullimos en una videollamada, tendemos a contemplar nuestro rostro la mayor parte del tiempo (algo que podemos evitar fácilmente, por otra parte, con las funcionalidades de Zoom).

Sin embargo, las distracciones en pantalla van mucho más allá de nuestro propio semblante (ese que no podemos evitar contemplar con fijeza en busca de defectos).

En una videollamada nos concentramos no solo en los rostros de quienes tenemos enfrente sino también en las habitaciones en las que estos están emplazados. No podemos evitar clavar la pupila en los muebles, el papel pintado o los libros que lucen en las estanterías de aquellos con quienes conversamos virtualmente.

Y para el cerebro es terriblemente fatigoso tener que descifrar tantas claves visuales simultáneamente. En este sentido, es recomendable apostar por fondos más o menos nuestros o instar a la gente que no tiene aún el turno de palabra a desconectar de manera puntual el vídeo durante la videollamada.

4. Convertir los eventos sociales de naturaleza virtual en opcionales

Después de una larga jornada laboral trufada de videollamadas, es perfectamente normal sentirse agotado y no tener ganas de tomar parte en más eventos virtuales (por mucho que sean de naturaleza social).

Por esta razón, a la hora de organizar este tipo de eventos sociales, es importante dejar claro que todo el mundo es bienvenido, pero que la asistencia no es en modo alguno obligatoria.

En caso de que en el evento tome parte un grupo grande de personas, es aconsejable que alguien comience haciendo una pregunta y establezca turnos a la hora de tomar la palabra para que todos los participantes tengan oportunidad de ser escuchados y que sus alocuciones no se vean enmarañadas por un batiburillo de voces hablando de manera simultánea.

5. No dejar de lado las conversaciones telefónicas tradicionales y el correo electrónico

No todos los temas deben ser abordados necesariamente mediante videoconferencia. Nunca está de más revisar nuestra agenda y examinar qué conversaciones pueden amoldarse perfectamente a una llamada telefónica o una simple cadena de emails. Además, es muy probable que nuestros interlocutores, acogotados también por la fatiga de Zoom, nos agradezcan que queramos refugiarnos en un canal alternativo de comunicación.

6. Evitar las videollamadas cuando no tenemos familiaridad con el interlocutor

Las videollamadas se han convertido en las última semanas en el canal de comunicación por defecto. Pero hay vida más allá de Zoom. Y lo cierto es que las videoconferencias pueden revelarse a menudo como excesivamente intrusivas si no tenemos un trato mínimamente familiar con quien nos disponemos a reunirnos.

Por eso, si no conocemos a la persona con la que necesitamos conversar (y es totalmente ajena a nuestra organización), es recomendable apostar por el teléfono o por el email como canal de comunicación.

 

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