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"Skimpflation": la nueva estratagema de las marcas para sangrar el bolsillo del cliente

"Skimpflation" o el despropósito de inflar el precio y mermar simultáneamente la calidad del producto

Esther Lastra

Escrito por Esther Lastra

Quienes ponen en práctica la denominada "skimpflation" no solo confrontan al consumidor con subidas de precios sino reducen además la calidad del producto.

En vista de los costes al alza de la energía, las materias primas, la mano de obra y las interrupciones en la cadena de suministro, muchas empresas optan por trasvasar esos costes al consumidor, que nota con espanto cómo sube alarmantemente la cesta de la compra cada vez que acude al supermercado. Sin embargo, en ocasiones son no solo los precios los que son convenientemente modificados para que peguen el estirón y sufren también cambios la cantidad y la calidad del producto. Cuando aumenta el precio y disminuye la cantidad del producto hablamos de «reduflación», una práctica que está a la orden del día desde hace varios meses en los supermercados y a la que se ha sumado ahora la denominada «skimpflation», que nace de la inflación de los precios y de la reducción de la calidad de los productos (lo cual eleva el despropósito a la máxima potencia).

«Skimpflation» es un vocablo de nueva hornada que nace de la amalgama de «skimp» (escatimar en inglés) e «inflation» (inflación). Y quienes ponen en práctica esta estratagema no solo confrontan al consumidor con subidas de precios sino reducen además para colmo de males la calidad del producto.

El término «skimpflation» fue acuñado por primera vez por el canal de televisión estadounidense NPR en 2021. Y desde entonces el fenómeno se ha extendido también a países europeos como Reino Unido y Alemania.

Después de que estallara la guerra de Ucrania, muchos fabricantes de patatas fritas procedieron, por ejemplo, a reemplazar el aceite de girasol por el aceite de palma por la carestía del primer tipo de aceite. Y «lo que nació a priori como una solución de emergencia ha terminado convirtiéndose en una práctica establecida», denuncia la experta en consumo Sabine Hübner, en declaraciones a tagesschau.de.

La denominada «skimpflation» afecta tanto a los productos como a los servicios

El reemplazo del aceite de girasol por el aceite de palma resultó en algunos casos particularmente sangrante porque los fabricantes no advirtieron del cambio en el packaging del producto. Y al no disponer de envases nuevos, optaron por añadir la coletilla «contiene aceite de palma en lugar de aceite de oliva» en un lugar poco visible del packaging que pasaba normalmente inadvertido para el consumidor.

La «shrinkflation2 no se limita, no obstante, única y exclusivamente al ámbito de las patatas fritas. De acuerdo con los datos manejados por la Central de Consumo de Hamburgo, la calidad de los chocolates comercializados por Aldi ha sido ostensiblemente rebajada en los últimos meses (aun cuando su precio se haya disparado paradójicamente). Las tabletas de chocolate con mazapán de la célebre cadena de supermercados contienen ahora tan solo un 38% de mazapán cuando antes procuraban cobijo a un 48%.

Si bien la «shrinkflation» es particularmente conspicua en los productos, clava también sus insidiosas garras en los servicios, lo cual se traduce en el aumento del tiempo de espera en los «call centers», en el recorte de filiales bancarias y en colas más largas en los aeropuertos debido a la presencia de menos personal.

De manera similar, los hoteles ya no limpian a diario las habitaciones, las aerolíneas permiten menos equipaje de mano a los pasajeros y les confrontan simultáneamente con precios más elevados, los restaurantes cuentan con menos camareros, y las colas en los supermercados frente a las cajas son cada vez más largas.

En este sentido, «los consumidores ven rebajada la calidad de los servicios que reciben y simultáneamente los empleados tienen que trabajar más», advierte Hubner. Es, no obstante, «a todas luces arrogante creer que la gente no va a apercibirse del cambio. Y si el cliente se siente estafado, no le dolerán prendas a la hora de dar la espalda a la compañía que ha tenido a bien defraudarle», añade.

Por eso, a la hora de acogerse a fórmulas como la «skimpflation», las marcas deberían enarbolar la bandera de la honestidad, subraya. De lo contrario, estas se arriesgan a que la lealtad del cliente se desangre y caiga bajo mínimos.

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