"Tardonas" y "pobres": ¿es éste el desalentador diagnóstico que debemos hacer de las start-ups europeas?
Klaus Hommels es uno de los inversores con más poderío en el viejo continente. Su ojo de lince le alertó en su día que sería bueno en invertir en start-ups como Skype, Facebook y Spotify y su ojo de lince no le defraudó. Sin embargo, ¿por qué parece que todas las start-ups de relumbrón proceden de Estados Unidos? ¿Qué pasa con Europa? El principal problema de las start-ups radicadas en el viejo continente es que no tienen la soberanía sobre los datos y los sistemas operativos, unos datos y sistema operativos que tienen su «casa» en la mayor parte de los casos en Estados Unidos o Asia. «Las start-ups europeas tienen un problema de relevancia», asegura Hommels, que ha participado recientemente en la conferencia Hy! en Berlín.
En la actualidad no hay ninguna start-up en Europa con suficiente «gancho» para entrar en el radar de gigantes como Google y Facebook, recalca Hommels. Eso explica que la compañía de Mountain View haya invertido 250 millones de dólares en la compañía estadounidense de taxis de lujo Uber, pero haya preferido dejar de lado a empresas europeas como MyTaxi y Hailo.
Por otra parte, ¿qué opina Hommels de las adquisiciones de start-ups llenas de ceros que practican algunas empresas? “Sólo los adquisiciones extraordinarias y fuera de lo común tienen éxito”, afirma. ¿Un ejemplo? La compra de YouTube por parte de Google hace algunos años. ¿Fue cara esta adquisición? Sólo relativamente, sobre todo si tenemos en cuenta que YouTube se perfila como la televisión del futuro, recuerda Hommels.
Por eso, que Facebook haya pagado la friolera de 19.000 millones de dólares por WhatsApp es un precio más que aceptable, subraya Hommels. Lo que resulta extraño es la famosa app no haya caído antes en manos de alguna operadora europea de telefonía móvil. Al fin y al cabo, este tipo de empresas pierden cada día miles de millones de euros por culpa del omnipresente WhatsApp, explica.
Si quieren salir del cascarón, las start-ups europeas deben ser más rápidas a la hora de buscar financiación y ser también más “pedigüeñas”, concluye Hommels.