El fraude se viste de robot - Nuria Catalá
Con este título (¡algo peliculero!), sólo pretendo poner el foco del discurso, qué tantas polémicas está generando, en un punto: las máquinas son inteligentes porque las programan personas. Una obviedad, ¡claro!, pero conviene parar de vez en cuando un instante suficiente para pensar. Si no lo hacemos, caeremos sistemáticamente en el grave error de mirar hacia otro lado o, peor, dotaremos de vida humana a un “ente”, tecnológicamente muy sofisticado que maneja algoritmos imposibles al servicio de un gran reto como es la compra programática.
Nostalgias aparte, esto se pone serio. El sector, maltrecho por el acoso despiadado de la crisis en los últimos años, se debe enfrentar ahora a toda una legión de robots de las más variopintas tipologías, a los que, superando a la propia ficción, se les atribuyen diferentes roles. Estamos ante una perfecta y perversa organización, totalmente jerarquizada, que trabaja como un arma de destrucción masiva irrumpiendo a diario entre nosotros.
El año 2014 ha cerrado la inversión de la compra programática entorno a un 25% (IAB, Estudio Inversión en Publicidad Digital 2014), si bien supone un incremento considerable, 15,7%, sobre 2013 (IAB, Estudio Inversión en Publicidad Digital), dentro de un mercado inmaduro como el español, en el que la compra programática trata de crecer. Debemos trabajar para que ese crecimiento se produzca de forma ordenada y transparente. De otro modo, habremos acabado con el modelo, incluso, antes de que una parte muy importante de los anunciantes tengan la oportunidad de conocer los recursos que le ofrece la compra programática. El sentido de la responsabilidad debe guiar todos los avances, técnicos y humanos para que seamos capaces de ponernos al servicio de este modelo.
La gran mayoría estamos convencidos de que en el presente y, sobre todo, en el futuro de la publicidad digital, no podemos seguir hablando de las multimillonarias cifras de fraude (11.000 millones de dólares en 2013) sin plantearnos a quién le interesa ese discurso, además de que todo ello, lleva irremediablemente a la desconfianza que bloquea cualquier progreso. Y los robots, de esto, ¡no tienen ninguna responsabilidad!
¡Pobre R2d2… Él, ¡que sólo fue creado para hacer el bien!
Nuria Catalá
Directora de Negociación Táctica y Compra
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