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Leopoldo Rodés, adiós a un visionario - David Colomer

rodesLo de que algo se muere en el alma cuando un amigo se va no puede ser más cierto. Ayer falleció en accidente de tráfico el gran Leopoldo Rodés, un mazazo que aún trato de digerir. Hace unas semanas estaba con él en su casa de Barcelona antes de viajar a Londres. Ese día le encontré más vital que nunca, lleno de vida, proyectos, hablando maravillas de sus hijos (y nietos), de lo feliz que estaba por que progresáramos y siempre predispuesto (doy fe que siempre estaba disponible) para ayudar con sus consejos, relaciones, experiencia y ánimo.

Leopoldo, por encima de todo, profesaba un profundo sentimiento sobre la importancia de la famila, era amigo de sus amigos, discreto como nadie, agudo, sagaz, astuto, rápido, decidido, coherente. Con una mirada sabías lo que queria.

Se me amontonan las anécdotas (todas enriquecedoras) y me cuesta poner orden. Recuerdo que cuando entraba en una sala, se sentaba en una comida o caminaba por un pasillo su carisma, su magnetismo, su mirada y sus palabras dejaban sin aire a quieres estaban a su alrededor. Era, por así decirlo, una mezcla de aristócrata, diplomático, pater familias, lobista, árbitro… Un visionario de los que hoy andamos escasos.

Fue un hombre admirado, temido, deseado e intelectualmente un privilegiado. Pocas personas he conocido que tuvieran una vasta cultura como la suya. Era un renacentista, pero con una enorme dosis humanista.

Tenía un talento innato que supo cultivar como pocos, algo que sumado a un sentido común arrollador le convertía en una persona admirada por todos. Pero no iba por la vida dando lecciones o imponiendo su criterio a golpe de ordeno y mando. Siempre escuchaba primero y luego te daba su consejo sincero, lleno de coraje y sin convencionalismos. Solía dar en la diana.

Recuerdo que cuando inauguramos las oficinas de Manhattan se notaba su dimension internacional, su ascendiente a familias influyentes en todo el planeta. Su envidiable trayectoria en el mundo de la publicidad, su trascendente papel en los Juegos Olímpicos de Barcelona o su empuje a la empresa familiar son solo un botón de muestra de este gran hombre.

He tenido en mis manos (Leopoldo me lo enseñó) el papel donde conceptualizó Media Planning en 1978, cuando las grandes innovaciones se dibujaban en una servilleta. Pues bien, fue él quien cambió el modelo de negocio de la comunicación y los medios para siempre. Reivindicó así –con un éxito rotundo- la contribución fundamental que los expertos en medios tenían en la comunicación y la relación directa con las marcas y los clientes. Hoy no imaginamos algo diferente.

Todos los que tuvimos la suerte de tratarle personalmente estamos en deuda. Somos unos privilegiados. Pero su gran legado es sólido, tiene mucho de él y por eso y gracias a eso, Leopoldo no se ha ido.

Una vez leí que un sacerdote compuso la canción “La muerte no es el final” tras el trágico fallecimiento de un joven de 17 años que era organista en su parroquia. Y aunque hoy todos sentimos el dolor por su inesperada marcha, creo que hay mucha verdad en esa frase.

Leopoldo, siempre te estaré eternamente agradecido. Nunca te olvidaremos, nunca.

Descansa en paz.

David Colomer
Chief Global Client Officer Havas Media Group

Pd. No quiero dejar de enviar un sentido pésame y todo mi afecto a toda su maravillosa familia, especialmente a su mujer Ainhoa y a sus hijos Fernando, Alfonso y Gonzalo.

 

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