De 2012 a 2022: una 'story' de cómo están las redes sociales

Tras diez años de éxitos, las redes sociales entran en su segunda gran crisis. La desinformación, los discursos de odio o el abuso de filtros narcisistas han producido un agotamiento en el modelo de redes sociales de la web 2.0 por parte de los usuarios, que se muestran cada vez más reacios a este tipo de redes sociales y que cada vez acuden más a redes diferentes.
Por un lado, aumenta el consumo en redes sociales más privadas y alejadas del espacio público como WhatsApp, Telegram o BeReal; y, por otro, aumenta las horas de consumo en aquellas que simplemente plantean entretenimiento como YouTube, TikTok o Twitch. Pero todo esto cambiará y evolucionará en los próximos años gracias a las tecnologías que aportará la web 3.0 a un modelo más descentralizado.
Veamos de dónde venimos y hacia dónde vamos
Año 2012. La red social Facebook vivía su apogeo, alcanzaba los 1.000 millones de usuarios, una valoración de 80.000 millones de euros y compraba la red social emergente del momento, Instagram, que alcanzaría los 100 millones de usuarios en febrero de 2013 mientras la red social española Tuenti cerraba sus puertas. En 2012 la red de microblogging Twitter tenía más de 500 millones de usuarios, 200 de ellos activos cada mes, y WhatsApp, la red social enfocada a la mensajería instantánea, alcanzaría solo en España los 10 millones de usuarios.
Otras redes sociales especializadas como LinkedIn superaban los 180 millones de usuarios en todo el mundo, y no había marca que no comenzara a crear sus canales de YouTube para que al menos este fuese un repositorio de todos sus spots. Los primeros algoritmos fueron diseñados para que estos fenómenos apareciesen, para que la gente acudiese a las redes sociales, y que con su contenido e ingenio pudiese llegar a cientos de miles de personas. Se premiaba así el buen contenido, y daba igual que tuvieras uno o mil seguidores para recibir interacciones y crear una pequeña comunidad.
En Facebook, un usuario medio subía una foto o una reflexión y era visualizada por cientos de personas e interactuaban decenas de ellas con su publicación. Por otro lado, Instagram se convertía en la oportunidad para mostrar nuestra mejor cara y ser un escaparate visual de una marca, o de nuestro ego, permitiendo que las buenas estrategias de contenidos recibieran miles de visualizaciones e interacciones.
En Twitter se autoorganizaban los usuarios para lanzar campañas de productos o manifestaciones y las estrategias se centraban en ser «trending topic«, y en LinkedIn surgía el auge de los grupos donde se producían conversaciones interesantes de muchos sectores distintos. Por último, YouTube era la red donde se premiaba al usuario y se le pagaba por generar contenidos.
Las dos principales razones por las cuales parecía que las redes sociales iban a cambiarlo todo fueron, en primer lugar, por la posibilidad de que cualquier ciudadano o empresa con acceso a internet pudiese crear una cuenta y lanzar mensajes sin ningún tipo de intermediario.
Y, en segundo lugar, por convertir la comunicación de unidireccional cerrada a bidireccional abierta, dando pie a que los usuarios pudiesen dirigirse o interactuar con empresas, instituciones o representantes políticos y responderles sin filtro, dejándoles muchas veces en evidencia de cara a la opinión pública.
La web 2.0 alcanzaba la madurez y con todas estas redes surgieron fenómenos sociales como el Movimiento 15-M u Occupy WallStreet; políticos como Podemos o el Brexit; o empresariales como Hawkers, Pompeii; o el desplazamiento de los grandes grupos de medios de comunicación tradicionales haciendo que las redes sociales revolucionaran nuestras vidas.
La comunicación al fin se había democratizado
Año 2022. El panorama ha cambiado velozmente, Facebook ha comenzado su declive con Instagram por primera vez superándole en número de usuarios. WhatsApp es la red social más usada, LinkedIn se ha convertido en el Facebook de 2012 donde la gente comienza a hablar de temas personales y no laborales.
En YouTube predomina el repositorio de tutoriales audiovisuales mientras los creadores de contenido protestan por la bajada de ingresos y la pobre Twitter acaba de ser despedazada por un tiburón de Silicon Valley que ha despedido a más de la mitad de su plantilla.
Mientras todo esto pasa, surgen nuevas redes sociales como la china TikTok que supone un reto total para las empresas, ya que para un plan de contenidos básico estas necesitan disponer de más recursos que las anteriores redes al ser todo su contenido audiovisual. La francesa BeReal supone un cambio de paradigma, de una red social abierta y edulcorada como Instagram a una red social más privativa, sin filtros y sin planificación, ya que tienes que publicar lo que estés haciendo en ese momento, por lo que a las empresas e instituciones les va a costar tener cabida. Y qué decir de plataformas como Twitch que suponen una interacción inmediata y directa con el usuario a través del streaming.
Tras todo este repaso del pasado y el presente, toca pensar en cómo se avecina el futuro, y es que en Silicon Valley comienza a pulular la idea de que la web 3.0, la que tanto habrán escuchado hablar por el metaverso o blockchain, también suponga un cambio de paradigma en las redes sociales. Esto significa que las plataformas de la web 2.0 irán siendo desplazadas para dar lugar a los protocolos, de ahí nace la idea de Bluesky.
El principal problema de las redes sociales
Y es que el principal problema que se encuentran hoy en día las redes sociales es en la filtración de contenidos o la retirada de los usuarios (véase el ejemplo de Donald Trump). Que se lo digan a Elon Musk que, tras la compra de Twitter, lo primero que promulgó fue una suerte de libertad de expresión absolutista donde no iba a haber filtros y todas las ideas iban tener cabida, incluidas aquellas que transmitían intolerancia a colectivos vulnerables, una idea que Karl Popper definiría como intolerable.
Una cosa sí es cierta: ser un intermediario del contenido y árbitro de las ideas es una tarea sumamente compleja, de ahí la idea que la fundación Bluesky —en la que está detrás Jack Dorsey y de la que ya se ha lanzado una versión beta— busque cambiar el paradigma y crear un protocolo donde tengamos una única cuenta que pueda entrar o no en diferentes redes sociales que sean tan fáciles de crear como ahora lo es un dominio, un correo o una web, y donde técnicamente no haga falta esta intermediación ya que el usuario también podrá resolver el segundo problema de las redes sociales y es que podrá definir sus propios algoritmos. El futuro de las redes sociales pasará por que los que decidan qué consumimos y qué no consumimos seamos los propios usuarios de una manera transparente.
Como podemos ver, la web 3.0 no es solo metaverso, nuevas tecnologías como el Blockchain nos van a llevar de modelos centralizados a un modelo descentralizado donde existirán múltiples redes sociales federadas en las que cada uno participará, consumirá y se relacionará con quien desee y como desee a través de una única cuenta donde el usuario será dueño de sus datos y desde dónde será muy sencillo crear su propia red social. Habrá una oportunidad muy interesante para que familias, amigos, instituciones y empresas creen sus propias redes sociales donde se sientan más cómodos en expresar sus ideas o como se sienten.
Nada dura para siempre, en la primera crisis que sufrieron las redes sociales desaparecieron MySpace, Fotolog, Hi5, Buzz o Second Life que tuvieron unos cinco-siete años de vida. Este ciclo ha sido más largo pero inevitablemente veremos la caída de algunos de los gigantes que, si no se transforman y cambian, serán consumidos por otras nuevas redes sociales con modelos muy diferentes a los que hemos vivido hasta ahora.
Eso sí, lo que nunca cambiará será el ser humano y su necesidad de contar historias, ya sea de su ego o de sus experiencias, al igual que lo hicieron nuestros antepasados alrededor de una buena hoguera.
Pablo Gallego, Director Digital de Roman
FIAP 2022: ideas que impulsan acciones realesAnteriorSigueinteDiseña un plan de comunicación exitoso