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Óscar Bilbao Uno de los Herederos de Rowan

Una de calamares

Fotograma de El juego del calamar de Netflix

Leo sobre la preocupación en algunos colegios por las consecuencias que puede tener en menores la imitación de El juego del calamar en los recreos. Una profesora incluso dice que «Juegan al pica-pared de toda la vida, pero si alguien se mueve le disparan con pistolas y se quedan tendidos en el suelo hasta que termina la partida».

Dios mío, no sabía que los colegios de nuestro país son una especie de Columbine.

El otro día, el hijo de unos amigos definía El Juego del Calamar como «una mezcla entre Los Juegos del Hambre y Humor Amarillo» —me hubiera encantado que se me ocurriese a mí—. Humor Amarillo era un programa 100% boomer, LJDH se estrenó hace casi 10 años. Pero antes fueron los juegos de rol, los videojuegos, o «deja de ver la tele que te vas a quedar tonto» —que también los libros iban a acabar con la cultura oral, Irene Vallejo dixit—. Ya sabes, cualquier tiempo pasado fue mejor y se nos echa encima la decadencia de la civilización que ya predijo uno de nuestros mayores —que diría VOX—, el tío Aristóteles.

Para mí, es un problema de educación. Pero no de los chavales sino de padres y educadores. Creo que hay un profundo analfabetismo audiovisual, y más en todo lo referente a los nuevos lenguajes y plataformas. Y creo, también, que el vídeo es una potentísima herramienta.

Primero, debes saber qué son y cómo funcionan estas plataformas, saber lo que tus hijos ven o no ven. Recuerdo aquellos tiempos en los que tiernas criaturas veían Sin-Chan porque eran “dibujos animados”. El control cada vez es más difícil, así que queda la educación, explicarles qué hay detrás de lo que ven y qué significa. El Calamar tiene un mensaje demoledor que habla de precariedad y explotación, además de la cultura de hacer de ello, de todo, un reality ¿o no es igual de mierda El jefe Infiltrado? Que matar no les matan, pero les dan a modo de limosna unas vacaciones porque no se mean en los batidos y un cheque de mil euritos para estudiar un curso CCC. Y lo más jodido es que no es ficción. ¿O hablamos de esa cuña de Securitas Direct en la que «mira, es el jardinero, ha llegado puntual, como siempre»?

Pero nos quedamos con que muere gente y VANS vende un ocho mil por ciento más.

Segundo, y unido a contextualizar, el audiovisual es una potente herramienta para enseñar, utilizar películas, series, podcast para cualquier materia: historia, matemáticas, filosofía, biología…, que el cine no es solo entretenimiento, y ya hay proyectos que lo utilizan con criterio y pedagogía, como Platino Educa y Cinesa School. Y, tercero, para que el alumnado se exprese ¿de verdad seguimos pidiendo trabajos en Word, cuerpo 12 y a doble espacio? O, ya la locura TIC, en Power Point. ¿No vale un vídeo corto? ¿Un TikTok? ¿Un audio?

No se trata ni de desdeñar el formato audiovisual ni de ponerlo en los altares, que luego la iglesia tiene que hacer un acto de purificación y desagravio, como en la catedral de Toledo a raíz del vídeo de C. Tangana y Nathy Peluso, tema que da para otro artículo sobre viralidad y dominio del lenguaje. Audiovisual, pero lenguaje al fin y al cabo. 

Se trata de utilizarlo a nuestro favor, no solo para el branding o el personal branding, también para la educación, el activismo y, también, el artivismo.

Y, por favor, dejad que los niños sigan jugando, e Ibai Llanos también.

Óscar Bilbao, uno de los Herederos de Rowan y autor de «Los secretos del vídeo online. Guía transmedia para streamers, blogueros y marcas» (ESIC editorial)

 

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