El fenómeno ad blocking... ¿amenaza de muerte a la democracia?
La época dorada de la publicidad llegó al mismo tiempo que el auge digital, cuando los marketeros vieron en el mundo 2.0 una puerta hacia una nueva forma de expansión de su trabajo y un nuevo canal para llegar a los consumidores. Sin embargo, la euforia fue tal que se pasaron de la raya llegando a agobiar al público con anuncios invasivos que interrumpían la navegación y llevaban a al usuario a cambiar su percepción del mundo publicitario.
La irrupción de la oleada del marketing digital en la vida de los usuarios ha provocado un odio irascible a todo lo que tenga que ver con él. De hecho, buena parte de la culpa del fenómeno ad blocking es del mundo marketero y su afán por atraer la atención de los consumidores a cualquier precio.
Además, otro motivo se ha sumado al enfado del público y es que, la creciente preocupación por la seguridad en la web y la cada vez mayor recolección de datos de los usuarios favorece todavía más la adhesión a los ad blockers.
El propio Edward Snowden hizo unas declaraciones durante una entrevista en la que aconsejaba el uso de estos sistemas de bloqueo en aras de la protección de la privacidad de los internautas. Sin embargo, no todos piensan lo mismo pues, para algunos el ad blocking es más que un problema económico para los marketeros, es la muerte de la democracia.
Dicho así puede sonar un poco exagerado pero profesionales del sector advierten que, en plena campaña electoral, los políticos ven disminuidas sus oportunidades de hacer llegar sus mensajes a los votantes al ser automáticamente bloqueados.
También un artículo publicado por TechCrunch advertía del peligro del que supone este fenómeno pues «algunos consumidores están apartándose del proceso democrático y probablemente no se estén dando cuenta».
Lo cierto es que el ad blocking afecta tanto a los políticos como a los anunciantes y, ante la misma situación, tienen que buscar vías alternativas para llegar a los votantes. Porque éstos no solamente acuden a las campañas para informarse sobre los candidatos y, aunque la publicidad tiene un verdadero impacto en los ciudadanos, un gran desembolso de dinero en ella no asegura la victoria.
Por lo tanto, no debe cundir el pánico pues, la mayor sofisticación de las campañas que buscan a los electores a través de todo tipo de vías como el email o social media, unos canales que no se ven afectados por el fenómeno. Y para más inri, los votantes más jóvenes disponen de infinitas posibilidades para acceder a informaciones y noticias sobre los candidatos.
Ante este panorama, la conclusión es que la democracia no está en peligro y esta queja solo constituye una excusa barata para aquellos que ven cómo sus estrategias más efectivas se ven interrumpidas por esta tendencia.
En todo caso, la peor parte se la llevan las publicaciones que son las que van a tener que apañárselas para cubrir la campaña electoral con una reducción considerable de sus ingresos publicitarios por culpa del bloqueo de anuncios.