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Así está dando fuelle Barbie a la cultura pop

Barbie, el "hype" de color rosa que ha hecho despertar de su letargo a la cultura pop

Esther Lastra

Escrito por Esther Lastra

La primera película "live-action" de Barbie ha galvanizado hasta límites insospechados la cultura pop, esa que la Generación Z iba supuestamente a dejar morir.

Después de meses de anticipación que han sido extraordinariamente pródigos en instantáneas de Margot Robbie y Ryan Gosling caracterizados como Barbie y Ken en su idílico universo de color de rosa (del que se fugan para incursionar en el mucho más desalmado mundo real), casi parece que la primera película «live-action» inspirada en la famosa muñeca de Mattel se estrenó hace mucho.

El cacareado filme de Barbie aterrizará en los cine el próximo 21 de julio acompañado de una fenomenal y magistral fanfarria marketera. Que el mes pasado circulara a lo largo y ancho del planeta el rumor de que el rodaje de Barbie había agotado al parecer las existencias mundiales de pintura de color de rosa no parece en modo alguno casual si tenemos en cuenta que hablamos de uno de largometrajes más machona (y soberbiamente) promocionados de los últimos años.

Pero el marketing que aletea en torno al próximo estreno de Barbie no vive única y exclusivamente de rumores, campañas y productos de «merchandising», también lo hace de las canciones. Superestrellas de la música del calibre de Billie Eilish, Nicki Minaj y Dua Lipa han lanzado temas que forman parte de la banda sonora del que promete ser el «blockbuster» del año (y quizás de la década).

El estreno de Barbie tendrá lugar en un verano en el que coincidirán (casualidades de la vida) toda una plétora de espectáculos nacidos del vientre de la cultura popular. Barbie es no solo la película del año, es un evento que parece haber puesto de acuerdo a todo el mundo en una sociedad crecientemente polarizada, explica Julia Lorenz en un artículo para Die Zeit.

Barbie está teniendo un efecto balsámico en la cultura pop

También se las ingeniado para poner de acuerdo a todo el mundo Taylor Swift, que con gira The Eras Tour pulveriza récord tras récord. El pasado jueves se ponían a la venta las entradas para el concierto que la cantante estadounidense ofrecerá en mayo del año que viene en el estadio Santiago Bernabéu y apenas una hora después tales entradas ya se comercializan en webs de segunda mano con su precio original multiplicado hasta por diez.

En plena gira mundial se encuentra también actualmente otra diva, Beyoncé, que está desatando la locura a lo largo y ancho del globo con su Renaissance Tour. De acuerdo con Forbes, cuando la artista baje el telón de su gira el próximo 1 de octubre, se habrá embolsado la friolera de 2.100 millones de dólares, 500 millones más que su colega Taylor Swift (todo un logro si tenemos en cuenta que Renaissance Tour se ha apoyado única y exclusivamente en un post de Instagram a modo de promoción).

Hacía mucho tiempo que cultura de popular (la emanada de Occidente al menos) no era galvanizada de semejante forma. Muchos pensaban que la Generación Z, atrapada supuestamente en pequeñísimos nichos, estaba desinflando la cultura popular por su renuencia a dejarse hechizar por los fenómenos de masas. Pero hoy los centennials que supuestamente abjuraban de la cultura pop (y también las generaciones precedentes) se están arrojando con entusiasmo en los brazos de eventos diseñados específicamente para encandilar a las masas.

Después de que el coronavirus condenara a una «hibernación» forzosa a la cultura pop, esta se ha despertado con más fuerza que nunca y ha liberado una auténtica horda creativa por parte de los fans, que ya no se limitan a ornar sus dormitorios con sus ídolos sino que generan contenido propio en las redes sociales para rendir tributo a esos ídolos.

A caballo entre el pasado y el futuro para alumbrar algo completamente nuevo

Barbie, Taylor Swift y Beyoncé brindan sensacionales espectáculos que se rigen por las vibrantes normas de la red de redes, pero que hacen también múltiples guiños al pasado. La suya es una nostalgia productiva que se retrotrae al pasado, pero mira simultáneamente al futuro. Y el ejemplo más paradigmático es quizás Barbie. La muñeca con la que crecieron millones de niñas y niños y que era otrora depositaria de los más apolilladas clichés se enfrentará a una severa crisis existencial en la esperada película de Greta Gerwig y la vencerá probablemente con una buena dosis de feminismo y empoderamiento.

La nostalgia está también firmemente imbricada en los espectáculos de Taylor Swift y Beyoncé. La primera revisita sus viejos temas adolescentes desde el punto de vista de una mujer en la treintena y la segunda recupera sonidos retro de los años 80 y 90.

El fenomenal trío formado por Barbie, Taylor Swift y Beyoncé demuestra además que la confrontación es una suerte de carburante para dar fuelle a la cultura popular. Cuando la cantante Lizzo declaraba hace poco que la gira de Beyoncé era definitivamente el mejor «show» de la industria musical actual, los fans de Taylor Swift (también conocidos como “swifties») no tardaron en replicar airados a semejante y quizás demasiado aventurada afirmación.

También el filme de Barbie se está beneficiando en suma media de la confrontación. Su estreno mundial coincidirá con el de Oppenheimer, la nueva y esperada película de Christopher Nolan sobre el inventor de la bomba atómica.

El duelo entre ambos largometrajes (a bote pronto absolutamente opuestos) se ha traducido en miles de «memes» en internet centrados sobre todo y ante todo en dos híbridos aparentemente imposibles: «Barbenheimer» y «Oppenbarbie».

Los internautas disfrutan de lo lindo alumbrando carteles ficticios en los que se amalgaman el mundo de color de rosa de Barbie y el universo mucho más sombrío de Oppenheimer. Y se divierten asimismo haciendo de futurólogos y jugando a presagiar cuál de los dos filmes se impondrá en la taquilla en cada uno de los estados de Estados Unidos (como si de unas de elecciones presidenciales se tratara).

El doble estreno de Barbie y Oppenheimer promete a Hollywood uno de los mejores veranos de su historia, que coincidirá paradójicamente por la huelga de actores y guionistas allende los mares. El parón de los actores y los guionistas no impedirá, no obstante, que la cultura popular explosione este estío en el cielo como un gigantesco hongo nuclear de color rosa, concluye Lorenz.

 

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