Medios de comunicaciónFotograma de la segunda temporada de Los Bridgerton
Netflix, el cazador cazado que mira ahora a sus rivales para subsistir
Netflix, el pionero del streaming que se mira ahora en el espejo de sus rivales para sobrevivir
Los competidores, a bote pronto endebles en sus inicios, con lo que tiene que bregar Netflix han adquirido dimensiones cada vez más hercúleas.
Netflix fue durante mucho tiempo la estrella indiscutible del ramo del vídeo en streaming, un mercado que inauguró, no en vano, la empresa de Los Gatos. Sin embargo, tras muchos años en la cresta de ola, Netflix se adentra de manera impepinable en una época de vacas flacas. Así lo dictan su número de suscriptores a la baja y el valor menguante de sus títulos otrora boyantes en los mercados bursátiles.
En apenas seis meses las acciones de Netflix han protagonizado un descalabro de más del 70% en la bolsa. Y aunque, con más de 220 millones de suscriptores a su vera, Netflix puede jactarse de ser la mayor plataforma vídeo en streaming del mundo, en el primer trimestre del año los abonados de Netflix se contrajeron por primera vez en once años.
La espiral de cancelaciones no dará tampoco respiro a Netflix en el segundo trimestre del año, cuando la compañía espera que dos millones de suscriptores se aparten de su lado. La «baraka» parece haber dejado en la estacada a Netflix y en esta circunstancia no habría influido única y exclusivamente el fin de la pandemia y el regreso del espectador a los cines (que otrora cambiaron por el sofá). En el declive de Netflix están jugando también un rol determinante rivales como Disney+ y HBO Max, cuyo crecimiento marcha viento en popa a toda vela.
El cazador (Netflix) parece haber sido cazado por unos competidores que se antojaban hasta hace no mucho completamente insignificantes para la empresa liderada por Reed Hastings y Ted Sarandos.
Netflix o la leyenda del cazador cazado
Hasta hace poco Netflix parecía un gigante casi inalcanzable e inexpugnable. El pionero del vídeo en streaming nació prometiendo al espectador un tipo completamente nuevo de entretenimiento: televisión a golpe de botón emancipada de los rígidos horarios habitualmente imperantes en la pequeña pantalla y también de las irritantes pausas publicitarias. Y todo ello controlado por un todopoderoso algoritmo que conoce al dedillo los gustos de espectadores procedentes de todos los rincones del planeta.
Netflix sentó las bases de un modelo completamente nuevo y sus rivales se esforzaron (con mayor o menor fortuna) en clonar ese modelo. Rivales como Disney o Warner Bros Discovery comenzaron a estrenar sus más valiosos «blockbusters» en sus respectivas plataformas de vídeo en streaming con el último objetivo de hacer frente a Netflix, pero durante mucho tiempo sus esfuerzos se toparon de bruces con una larguísima retahíla de obstáculos.
Sin embargo, esos competidores que tan endebles parecían en un principio se han convertido en cada vez más hercúleos. «Netflix afronta actualmente una crisis de identidad», enfatiza Julia Alexander, chief strategy officer de Parrot Analytics. Y por eso la compañía busca ahora frenéticamente soluciones para mantenerse a flote. Lo curioso es que muchas de esas soluciones (publicidad, entretenimiento en directo y series cuyos capítulos se estrenan a cuentagotas) recuerdan inevitablemente a tiempos pretéritos, los mismo de los que Netflix renegó en el pasado.
La empresa de Los Gatos, que siempre se revolvió contra la irrupción de la publicidad en sus dominios, parece dispuesta por fin a hacerle hueco con el último objetivo de abaratar sus suscripciones y atraer así a un mayor número de usuarios.
Netflix está aniquilando los principios que le catapultaron al estrellato para subsistir
Si plegándose a los anuncios Netflix ha tirado por la borda uno de sus principios, la empresa de Los Gatos ha dinamitado asimismo otro de sus fundamentos. La empresa que inventó el «binge-watching» ya no libera de una tacada los capítulos de producciones como Stranger Things y lo hace con el último objetivo de permanecer durante más tiempo en boca de todos (como ya han hecho durante mucho tiempo Disney y HBO Max).
Netflix está negociando incluso con las cadenas de cine para que exhiban sus películas unas semanas antes de que estas recalan en su plataforma. La compañía, que en el pasado apostó por agasajar a sus usuarios con elevadas dosis de gratificación instantánea, fuerza de repente a sus suscriptores a armarse de paciencia.
Parece además que Netflix, que antaño no le dolían prendas a la hora de tirar la casa de la ventana con sus producciones, está dispuesto a apretarse el cinturón y ser más comedido en lo que al despilfarro se refiere. «No queremos limitarnos a producir la versión más cara de cualquier cosa. Esa no es la receta para el éxito», confiesa Larry Tanz, Head of Original Series de Netflix en EMEA.
Conviene, por otra parte, hacer notar que en su Estados Unidos natal la suscripción más onerosa de Netflix supera en precio a las suscripciones más caras de rivales como Disney+ y HBO Max. Por esta razón los suscriptores de Netflix llevan compartiendo contraseña casi desde el principio de los tiempos. La compañía quiere poner ahora fin a esta insidiosa práctica, una práctica que alentó, sin embargo, en el pasado. «Amor es compartir una contraseña”» tuiteaba Netflix allá por 2017.
¿Es de Netflix imprescindible en los tiempos que corren?
Con la galopante inflación muchos consumidores están dando vueltas a cortar amarras con algunos servicios de vídeo en streaming. Y si Disney+ con su vasto catálogo infantil y filmes de superhéroes y HBO Max con series de calidad como Juego de Tronos o Succession parecen absolutamente esenciales para muchos, Netflix no resulta, sin embargo, tan imprescindible.
Atrás quedó la época en que Neflix se ufanaba de ser imprescindible gracias a series como el thriller político House of Cards o la dramedia carcelaria Orange Is The New Black.
Otrora Netflix procuraba cobijo en su plataforma a celebérrimas series como South Park o Friends. Pero con la entrada en escena de más «players» (los mismo que tienen los derechos de esas producciones) esas series están actualmente en otras plataformas de vídeo en streaming.
La compañía está tratando de cubrir el vacío dejado por Friends o South Park como películas nominadas al Oscar como El poder del perro, filmes de acción como Red Notice y producciones inanes pero adictivas como ¿Es una tarta?
El catálogo de Netflix se ha expandido hasta el infinito y más allá en los últimos tiempos, pero ello no se ha traducido necesariamente en una ventaja competitiva para la compañía, más bien todo lo contrario. Puede que en Netflix haya de todo, pero también hay mucha «basura».
Consciente de que en sus dominios hay efectivamente mucha basura, Netflix están tratando de rentabilizar hasta la última gota sus joyas más refulgentes y para ello se está mirando en el espejo de Disney, a quien tan bien se le llenarse los bolsillos con sagas como Star Wars y Marvel.
Una de las joyas de la corona de Netflix es Los Bridgerton y, a fin de expandir el éxito de esta serie, Netflix se ha sacado de la chistera un podcast y también un Monopoly inspirado en la producción de Shonda Rhimes.
Los videojuegos son otra de las fórmulas utilizadas por Netflix para explotar el éxito comercial de sus producciones (y lograr también que el usuario invierta más tiempo en su plataforma). «Sueño con que en algún momento nuestros videojuegos puedan ser implementados de manera directa en nuestras series y películas», apunta Mike Verdu, responsable de videojuegos de Netflix.
A los videojuegos hay que sumar además eventos especiales directamente emparentados con las series de Netflix como «Queen’s Ball», que se inspira en Los Bridgerton. Puede que la incipiente división de eventos de Netflix no sea aún tan lucrativa como la de Disney, pero podría serlo en el futuro. Y es que la supervivencia de Netflix podría pasar paradójicamente por clonar lo que ya hacen los rivales que otrora ninguneó quizás demasiado alegremente.