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El estrés, tan común en las agencias, es el enemigo número uno de la creatividad

El estrés en las agencias: cuando el baño es el único lugar disponible para "ahogar" al monstruo

Esther Lastra

Escrito por Esther Lastra

El estrés emponzoña como un contagioso virus el alma de los publicitarios porque en las agencias las pausas (de verdad) brillan lamentablemente por su ausencia.

La era poscovid ha traído bajo el brazo toda una miríada de mejoras (otrora absolutamente impensables) en el universo de las agencias. Quienes se desenvuelven profesionalmente en la industria publicidad disfrutan ahora de horarios más flexibles y pueden beneficiarse también del teletrabajo (ese que era hasta hace poco una suerte de entelequia en el seno de las agencias).

Algunas agencias agasajan igualmente a sus empleados con apps de meditación y gimnasio y clases de yoga gratis. Las salas de juego con videoconsolas y futbolines y las cestas llenas hasta los topes de fruta son también extraordinariamente comunes en las agencias.

Así y todo, y pese a disfrutar de tantísimas ventajas (a bote pronto extraordinariamente atractivas), en las agencias muchos empleados se mueren a diario por dentro en su puesto de trabajo, advierte Simon Karim Frembgen en un artículo para W&V.

Para un buen número de profesionales de la publicidad su trabajo es más bien un ejercicio de supervivencia. Pero, ¿en qué echa anclas exactamente la insoportable extenuación de los empleados de las agencias? Básicamente en el estrés, que campa a sus anchas en la mayor parte de las agencias e inocula vilmente su veneno en los trabajadores

El estrés emponzoña como un contagioso virus el alma de los publicitarios porque en las agencias las pausas brillan lamentablemente por su ausencia (al menos las pausas reales, aquella que implican una desconexión offline auténtica y permiten a los empleados reconectar consigo mismos).

Es importante asimismo que en las agencias quienes allí trabajan estén más abiertos a sus propios sentimientos y a su correcta identificación y evaluación antes de ceder a la próxima distracción que se abre a su paso.

La importancia de hacer pausas (de verdad) en el trabajo

Las pausas que reinan en la mayor parte de las agencias (y también en toda una plétora de empresas de toda clase y condición) orbitan sobre todo y ante en hacer cosas (cuando deberían consistir en todo lo contrario). Leer emails, llamar por teléfono, fumar y hablar no dejan de ser actividades que implican cierto esfuerzo por parte de quien las acomete. Y no todas están por supuesto mal planteadas, pero las pausas que de verdad apaciguan el alma cabalgan a lomos de la inactividad.

Es la ausencia de pausas donde reina sobre todo y ante todo la inactividad la que metamorfosea en último término sentimientos como el estrés, la tensión y la tristeza en síntomas de naturaleza física: mandíbulas y hombros cargados de tensión.

En las agencias hacer una pausa parece invariablemente sinónimo de fumar un cigarrillo y beber un café, pero que esa pausa se emplee para no hacer nada (que es lo que necesita realmente quien se la toma) es motivo de vituperio y se topa invariablemente con ceños fruncidos.

Hacer pausas de verdad (huérfanas de actividad alguna) en las agencias parece única y exclusivamente posible en el baño. Allí, a salvo de miradas curiosas y maliciosas, los empleados de las agencias pueden tomarse por fin 5 minutos para sí mismos y aprovechar ese tiempo para calmarse, tomar distancia y también en último término para llorar, dice Frembgen.

Refugiarse en el baño para llorar a moco tendido se antoja a menudo el único recurso para quienes se han quedado una vez más sin aliento, han recibido un «feedback» totalmente carente de empatía o han sido doblegados simplemente por la carga de trabajo.

Cada una desarrolla mecanismos únicos para bregar con el estrés y las emociones negativas que de él emanan. Un posible mecanismo sería meditar por la mañana y recurrir al alcohol (o a las pastillas para dormir) por la noche. El consumo de sustancias psicotrópicas y la adicción al deporte son otros posibles mecanismos para tratar de atajar el estrés.

El estrés es el enemigo número uno de la creatividad

Cuando nos creemos incapaces de lidiar adecuadamente con una carga, el estrés se activa automáticamente en nosotros. Y ese estrés bloquea nuestro raciocinio y nos impide ver las cosas con claridad y elegir la opción correcta cuando estamos confrontados frente a un dilema o un conflicto de naturaleza laboral.

Es en este sentido absolutamente crucial reconocer el momento en que el estrés efectivamente nos ha sobrepasado y nos está forzando a actuar de manera espontánea (y probablemente errónea). Al fin y al cabo, el estrés es el enemigo número uno de la creatividad y de la felicidad.

Puede que las agencias brinden a sus trabajadores acceso gratuito a apps de meditación, pero de nada sirven tales aplicaciones si después no hay ningún espacio en la oficina para tomarse un respiro y parar (arrojándose de verdad en los brazos de la inactividad).

Para quienes tienen la posibilidad de teletrabajar (al menos esporádicamente) encontrar ese lugar para relajarse y parar a salvo de eventuales distracciones es algo más sencillo y basta a menudo con dar un breve paseo o sentarse un par de minutos sobre una esterilla de yoga para amortiguar el estrés.

Es fundamental en todo caso que las agencias reconozcan los efectos corrosivos que tiene el estrés en sus empleados y les ayuden a batallar adecuadamente contra él creando espacios seguros para apagar de vez en cuando la mente (extraordinariamente bulliciosa cuando está a merced del estrés) y poder volver a pensar con claridad.

En un momento en que la salud mental ha salido por fin felizmente de las sombras, el estrés no puede seguir siendo contemplando como un «mal necesario» en el seno de las agencias. Es un mal que hay que combatir activamente porque el estrés es, al fin y al cabo, el asesino más sanguinario de la creatividad. Y las agencias no pueden permitir que tan vil asesino siga causando libremente estragos en sus dominios, concluye Frembgen.

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