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¿Trabajan peor las agencias desde casa?
3 razones por las que el "home office" no es ni mucho menos la panacea para las agencias
¿Bastan realmente el teletrabajo y un puñado de videoconferencias para reemplazar por completo la vida (tal y como la conocíamos hace algunos meses) en las agencias? Parece que no.
El teletrabajo se ha convertido en el pan nuestro de cada día para muchos profesionales, también para quienes se desenvuelven laboralmente en el universo de la publicidad.
Las agencias, que se han arrojado en los últimos meses en los brazos del «home office» (no les quedaba otra), han sustituido las otrora omnipresentes reuniones por las videoconferencias, convertidas a la postre en una suerte de cordón umbilical con sus clientes.
Pero, ¿bastan realmente el teletrabajo y un puñado de videoconferencias para reemplazar por completo la vida (tal y como la conocíamos hace algunos meses) en las agencias? Parece que no y en artículo para Horizont Michael Schipper desmenuza las razones:
1. La magia de lugar
Es obvio que como seres humanos que somos preferimos reunirnos con otras personas en lugares rebosantes de inspiración (de la misma manera que nuestros ancestros se congregaban en torno al fuego por la noche para contar historias).
También los romanos conocían muy bien la magia que se respiraba en ciertos lugares muy especiales, aquellos protegidos por el influjo benefactor del Genius Loci.
Los lugares revestidos de magia juegan también un rol muy importante en las agencias. Al fin y al cabo, los ambientes laborales revestidos de inspiración dan alas al trabajo en equipo y al pensamiento creativo, mientras que los lugares huérfanos de alma no hacen sino bloquear nuestros chakras creativos y resquebrajan nuestro espíritu de unidad.
Sin embargo, desde que la pandemia irrumpiera en nuestras vidas las oficinas se han convertido en lugares vetados. Y los empleados de las agencias crean hogueras (sumamente artificiales) en torno a las videollamadas.
Algunos aparecen en las videoconferencias con sus escritorios lleno hasta los topes de material de oficina, otros prefieren colocarse tras estanterías rebosantes de libros y algunos son más imaginativos y utilizan como fondo la imagen de una playa paradisiaca. Lo cierto es que los fondos escogidos por quienes participan en las ubicuas videollamadas ocultan mensajes subliminales en lo más recóndito de sus entrañas (para aquel que quiera descubrirlos).
2. Autismo digital
Las videoconferencias, aunque útiles, causan honda irritación a quienes participan en ellas. No en vano, ser confrontado con una presentación de PowerPoint sin ver a quien está presentado es inevitablemente anómalo. No hay expresiones faciales ni lenguaje corporal ni tampoco contacto visual.
Algunos participantes en las videoconferencias se comportan, de hecho, como auténticos autistas (en su vertiente digital). Están conectados, pero son totalmente intangibles en el plano humano.
Puede que las videoconferencias sean suficientes para el mero intercambio de información, pero no reemplazan en modo alguno el vívido intercambio de pareceres entre personas reunidas en el mismo espacio físico.
En las agencias la comunicación interpersonal es lo que procura sustento en último término al negocio. El desarrollo de una comunicación verdaderamente inspiradora requiere que los participantes estén imbuidos de un estado de ánimo de particular. Y nada mejor para espolear determinados estados de ánimo que hablar al calor de un café espresso o de una pizza recién hecha.
Las videoconferencias son en realidad terriblemente flojas creando atmósferas de comunicación verdaderamente sólidas. ¿Qué sucede, por ejemplo, si un empleado no dice ni mu durante una videollamada? ¿Está aburrido, no le interesa lo que se está hablando o está quizás pensando? Es terriblemente difícil hacer un juicio de valor de este tipo habiendo una pantalla de por medio.
Al fin y al cabo, las pantallas son ciegas a las señales emocionales subliminales emitidas por los participantes en las videollamadas. Las verdaderas experiencias de grupo y los sentimientos reales solo acontecen en el mundo real.
3. Centros de energía creativa
Es evidente en el plano económico y ecológico el «home office» pone mejores resultados sobre la mesa que las tradicionales oficinas de toda la vida.
Trabajando desde casa los trabajadores de las agencias ahorran tiempo y dinero desplazándose al lugar de trabajo y ven mermados asimismo los viajes de negocios. Además, los empleados tienen la posibilidad de gestionar mejor su jornada laboral y adaptar sus horas de trabajo a su particular rutina diaria.
Así y todo, en las agencias y en toda compañía que tenga la creatividad como materia prima la magia de un lugar común de reunión forma parte indispensable de su cultura corporativa.
¿Qué habría pasado si no hubiera existido el legendario garaje de Los Altos (California) donde Steve Jobs y Steve Wozniak alumbraron juntos el primer ordenador de Apple?
Las grandes ideas emergen casi siempre en las reuniones cara a cara (similares a los encuentros al calor de la hoguera de nuestros ancestros). Solo allí se discute de verdad y las discusiones son realmente productivas.
En el «home office», en cambio, tendemos a neutralizar nuestros puntos de vista y nos coartamos a nosotros mismos a la hora de poner en tela de juicio las opiniones de los demás.
Las oficinas son y serán siempre los particulares centros de energía creativa de las agencias.