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El porqué de la súbita destitución de Sam Altman al frente de OpenAI

Las incógnitas sobre el fulminante y sorpresivo despido de Sam Altman de OpenAI

Esther Lastra

Escrito por Esther Lastra

Según las malas lenguas, el CEO saliente de OpenAI, Sam Altman, habría antepuesto siempre el negocio puro y duro a la ciencia.

OpenAI se ha quedado de la noche a la mañana sin CEO. En Silicon Valley están profundamente desconcertados por el verdadero trasfondo de la fulminante destitución de Sam Altman, que podría tener también en último término consecuencias de primerísimo orden para Microsoft, socio de OpenAI.

Hace apenas 48 horas la vida (y el trabajo) parecían granjear múltiples alegrías a Sam Altman, de 38 años. Satya Nadella, CEO de Microsoft y convertido a la postre en una suerte de mecenas para Altman, le había invitado a la conferencia anual de desarrolladores Ignite del gigante mundial del software, que acabó trocándose en una fastuosa celebración de la inteligencia artificial (IA) y de alguna manera también de OpenAI, la empresa de Altman.

Microsoft ha tenido a bien invertir en OpenAI la friolera de 13.000 millones de dólares y ha forjado una «asociación profunda y estrecha» con la startup estadounidense. En el futuro, aseguró Nadella el «petit comité» el pasado jueves, la tecnología de OpenAI se integrará prácticamente en todos los productos de Microsoft. Al alimón OpenAI y Microsoft están abocados a cambiar el mundo para mejor, aseveró Nadella.

Ese mismo día, el jueves, Altman protagonizaba en Oakland, no muy lejos de Silicon Valley, una conferencia sobre el futuro del arte y los artistas, cuyo porvenir está en buena medida a merced de la IA, perfectamente capaz de generar imágenes, vídeos y canciones en apenas cuestión de segundos.

Nada hacía presagiar que en el seno de OpenAI se estaba gestándose la tormenta. Desde el mediodía de ayer viernes (hora de la costa oeste de Estados Unidos) el mundo de Sam Altman ha cambiado radicalmente. También lo ha hecho el mundo de Satya Nadella (y quizás en Silicon Valley se ha producido igualmente un giro copernicano).

Nadia esperaba la destitución de Sam Altman

Ayer a mediodía estallaba la bomba: Altman dejaría de ser CEO de OpenAI y abandonaría igualmente el consejo de administración de la comunicación. Mira Murati, hasta ahora directora de tecnología de OpenAI, asumirá de manera interina el cargo de CEO de la startup estadounidense.

Las razones aducidas por OpenAI para la sorpresiva destitución de Altman es que este «no fue siempre sincero en sus comunicaciones con el consejo, obstaculizando su capacidad para ejercer sus responsabilidades», asegura la compañía en un comunicado, en el que se habla abiertamente de la pérdida de confianza en Altman por parte del consejo de administración.

El descenso a los infiernos de Altman ha sido casi tan abrupto como su ascenso a los altares de la industria tecnológica. En pocos años Altman se las ha ingeniado para convertir la startup que cofundó en 2015 junto a Elon Musk, Peter Thiel y otros pesos pesado del ramo «techie» en líder indiscutible en el ámbito de la AI.

Fue el chatbot ChatGPT, que salió del cascarón hace aproximadamente un año, el que propició el desaforado «hype”» que orbita actualmente en torno a la IA. Más de 100 millones de personas en todo el mundo utilizan semanalmente el que es probablemente el chatbot de IA más famoso del mundo. Y el modelo lingüístico en el que echa anclas ChatGPT es aquel al que Microsoft fía su propia futuro, pues promete sustanciales mejoras en sus productos de software.

Altman ha sido siempre el cerebro y el más insigne relaciones públicas de la revolución nacida de las entrañas de OpenAI. En los últimos años el que fuera CEO de OpenAI ha desfilado por centenares de escenarios a lo largo y ancho del globo y ha comparecido incluso en el Congreso de Estados Unidos para incidir en la necesidad absolutamente perentoria de regular la IA, al tiempo que se ha ganado el favor de los inversores para seguir atrayendo capital a la matriz de ChatGPT. De acuerdo con The New York Times, Altman estaba a punto de cerrar un acuerdo con un inversor que habría disparado el valor de OpenAI hasta los 80.000 millones de dólares, el triple que hace apenas seis meses.

Pero, si Altman había logrado convertir OpenAI en una de las empresas emergentes más valiosas del mundo, ¿por qué está ahora de patitas en la calle?

Según el portal Semafor, Altman llevaría al parecer algún tiempo trabajando para atraer capital para un nuevo fondo centrado en inversiones en «hard tech», es decir, productos difíciles de realizar, como los coches autónomos o los ordenadores cuánticos. El exCEO de OpenAI había invertido asimismo cientos de millones de dólares en la startup de energía de fusión Helion y estaba trabajando también en la criptomoneda Worldcoin, que preveía identificar a los usuarios mediante el iris.

Sam Altman habría dado prioridad al negocio sobre la ciencia

Algunas fuentes (que prefieren mantenerse en el anonimato) aseguran, por otra parte, que Altman se habría concentrado en la obtención de beneficios y no tanto en el desarrollo de una IA segura. Según las malas lenguas, Altman habría antepuesto siempre el negocio puro y duro a la ciencia. Y en un momento en el que se está debatiendo acaloradamente sobre los posibles efectos perniciosos de la IA, todas las miradas están concentradas en OpenAI, que para algo es la empresa líder en esta área de actividad.

Tras la conmoción por el despido fulminante de Altman, Murati, la nueva CEO interina de OpenAI habría tratado de tranquilizar a los empleados, reiterándoles que Microsoft sigue teniendo plena confianza en la compañía, tal y como publica The Information.

En un post publicado en X (Twitter) Satya Nadella ha tratado asimismo de poner coto a las voces más maledicentes asegurando que Microsoft tiene un «acuerdo a largo plazo» con OpenAI y dispone de «pleno acceso» a todos los productos tecnológicos de la startup.

Sin embargo, y pese a que de cara a la galería el despido de Altman no tiene impacto alguno en la alianza entre Microsoft y OpenAI, a Nadella le habría incomodado profundamente haberse enterado de la destitución de Altman apenas unos minutos antes del anuncio oficial. Al fin y al cabo, y pese a ser el mayor inversor de OpenAI, Microsoft no dispone de ningún sillón en el consejo de administración de la compañía.

Eric Schmidt, el que fuera CEO de Google, ha respaldado, por su parte, a Sam Altman. En X Schmidt califica a Altman de «héroe» por haber creado de la nada una empresa de 90.000 millones de dólares y haber cambiado la vida de tantas personas.

El despido de Altaman pone inevitablemente en un dificilísimo brete a OpenAI, cuya CEO interina deberá buscar no solo a un nuevo consejero delegado para dirigir los designios de la compañía. Y tendrá también que buscar reemplazo para Greg Brockman, confidente de Altman e impulsor de muchos de los avances en el seno de OpenAI, que también se apea del barco.

En un principio parecía que Brockman iba a dimitir tan solo como presidente del Consejo de Administración de OpenAI. Pero después anunció que, tras el despido de Sam Altman, también él dimitiría de todos sus cargo.

De acuerdo con The Information, la renuncia de Brockman no habría sido la única propiciada por la destitución de Altman. Y al menos otros tres ejecutivos habría presentado igualmente su carta de dimisión. Queda en el aire la cuestión de si, tras la salida de Altman, OpenAI perderá no solo a ejecutivos sino también a desarrolladores con talento, a quienes no les faltarán probablemente las ofertas de trabajo si deciden eventualmente renunciar.

 

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